Módulo de refuerzo
Tercer Ciclo - Módulo 3 - Lectura

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Herramientas científicas de la policía

Se ha cometido un asesinato, pero el sospechoso lo niega todo. Afirma no conocer a la víctima. Dice que nunca le había visto, que nunca estuvo cerca de él, que nunca le tocó... La policía y el juez están convencidos de que no dice la verdad. Pero ¿cómo probarlo?

En la escena del crimen, los investigadores han reunido hasta la más mínima evidencia: fibras de tela, cabellos, huellas dactilares, colillas... Los pocos cabellos encontrados en la chaqueta de la víctima son pelirrojos. Y coinciden sospechosamente con los del sospechoso. Si se pudiera probar que estos cabellos son realmente suyos, sería una prueba de que él conocía efectivamente a la víctima

Cada persona es única

Los especialistas se pusieron manos a la obra. Examinaron algunas células de la raíz de estos cabellos y algunas células sanguíneas del sospechoso. En el núcleo de cada célula de nuestro cuerpo hay ADN. ¿Qué es eso? El ADN es como un collar hecho de dos cadenas de perlas enroscadas.

Imagine que estas perlas son de cuatro colores diferentes y que miles de estas perlas de colores (que forman un gen) están dispuestas en un orden muy específico. En cada individuo este orden es exactamente el mismo en todas las células del cuerpo: tanto en las de las raíces del cabello como en las del dedo gordo del pie, las del hígado y las del estómago o la sangre.

Pero el orden de las perlas varía de una persona a otra. Dado el número de perlas dispuestas de este modo, hay muy pocas probabilidades de que haya dos personas con el mismo ADN, salvo los gemelos idénticos. Como es único para cada individuo, el ADN es como un carnet de identidad genético.

Por lo tanto, los especialistas en genética son capaces de comparar el carnet de identidad genético del sospechoso (determinado por su sangre) con el de la persona pelirroja.

Si el carnet genético es el mismo, sabrán que el sospechoso estuvo en efecto cerca de la víctima que según él nunca había visto.

Solo una prueba

Cada vez con mayor frecuencia en casos de abusos sexuales, asesinato, robo o delitos, la policía hace análisis genéticos. ¿Para qué? Para intentar encontrar evidencias de contacto entre dos personas, dos objetos o una persona y un objeto. Probar dicho contacto suele ser muy útil para la investigación. Pero no proporciona necesariamente la prueba de un delito. Es solo una prueba entre muchas otras.


Microscopio en un laboratorio de la policía

P1. Una ventaja de utilizar una vela-volantín es que esta vuela a una altura de 150 m. Allí, la velocidad del viento es, aproximadamente, un 25% mayor que sobre la cubierta del barco.

¿A qué velocidad, aproximadamente, sopla el viento en una vela-volantín cuando sobre la cubierta de un buque portacontenedor la velocidad del viento es de 24 km/h?

P2. De la lectura anterior, ¿Cuál es el objetivo principal del autor?

P3. El final de la introducción (el párrafo en cursivas)d e la lectura "Herramientas científicas de la policía" dice: “Pero ¿cómo probarlo?”.

Según el texto, los investigadores intentan encontrar una respuesta a esta pregunta:

SIÉNTASE CÓMODO CON SUS ZAPATILLAS DEPORTIVAS

Durante 14 años el Centro de medicina deportiva de Lyon (Francia) ha estado estudiando las lesiones de los jóvenes deportistas y de los deportistas profesionales. El estudio ha establecido que la mejor medida a tomar es la prevención... y unas buenas zapatillas deportivas.

Golpes, caídas, desgastes y desgarros

El 18 por ciento de los deportistas de entre 8 y 12 años ya tiene lesiones de talón. El cartílago del tobillo de los futbolistas no responde bien a los golpes y el 25 por ciento de los profesionales han descubierto ellos mismos que es un punto especialmente débil. También el cartílago de la delicada articulación de la rodilla puede resultar dañado de forma irreparable y si no se toman las precauciones adecuadas desde la infancia (10-12 años), esto puede causar una artritis ósea prematura. Tampoco la cadera escapa a estos daños y, en especial cuando está cansado, el jugador corre el riesgo de sufrir fracturas como resultado de las caídas o colisiones.

De acuerdo con el estudio, los futbolistas que llevan jugando más de diez años experimentan un crecimiento irregular de los huesos de la tibia o del talón. Esto es lo que se conoce como “pie de futbolista”, una deformación causada por los zapatos con suelas y hormas demasiado flexibles.

Proteger, sujetar, estabilizar, absorber

Si una zapatilla es demasiado rígida, dificulta el movimiento. Si es demasiado flexible, incrementa el riesgo de lesiones y esguinces. Un buen calzado deportivo debe cumplir cuatro requisitos:

En primer lugar, debe proporcionar protección contra factores externos: resistir los impactos del balón o de otro jugador, defender de la irregularidad del terreno y mantener el pie caliente y seco, incluso con lluvia y frío intenso.

Debe dar sujeción al pie, y en especial a la articulación del tobillo, para evitar esguinces, hinchazón y otros problemas que pueden incluso afectar a la rodilla.

También debe proporcionar una buena estabilidad al jugador, de modo que no resbale en suelo mojado o no tropiece en superficies demasiado secas.

Finalmente, debe amortiguar los golpes, especialmente los que sufren los jugadores de voleibol y baloncesto que continuamente están saltando.

Pies secos

Para evitar molestias menores, pero dolorosas, como ampollas, grietas o pie de atleta (infección por hongos), el calzado debe permitir la evaporación del sudor y evitar que penetre la humedad exterior. El material ideal es el cuero, que puede haber sido impermeabilizado para evitar que se empape en cuanto llueva.

P4. ¿Qué intenta demostrar el autor en este texto?

P5. Fíjate en esta frase que está casi al final del artículo. Aquí se presenta en dos partes: “Para evitar molestias menores, pero dolorosas, como ampollas, grietas o pie de atleta (infección por hongos),” (primera parte) “el calzado debe permitir la evaporación del sudor y evitar que penetre la humedad exterior”. (segunda parte)

¿Cuál es la relación entre la primera y la segunda parte de la frase?

La segunda parte:

P6. UN JUEZ JUSTO

Un rey argelino llamado Bauakas quiso averiguar si era cierto o no, como le habían dicho, que en una de sus ciudades vivía un juez justo que podía discernir la verdad en el acto, y que ninguna persona había podido engañarle. Bauakas cambió su ropa por la de un mercader y fue a caballo a la ciudad donde vivía el juez.

A la entrada de la ciudad, un inválido se acercó al rey y le pidió limosna. Bauakas le dio dinero e iba a seguir su camino, pero el inválido se aferró a su ropaje.

—¿Qué deseas? —preguntó el rey—. ¿No te he dado dinero?

—Me diste una limosna —dijo el inválido—, ahora hazme un favor. Déjame montar contigo hasta la plaza principal, ya que de otro modo los caballos y camellos pueden pisotearme.

Bauakas sentó al inválido detrás de él sobre el caballo y lo llevó hasta la plaza.

Allí detuvo su caballo, pero el inválido no quiso bajarse.

—Hemos llegado a la plaza, ¿por qué no te bajas? —preguntó Bauakas.

—¿Por qué tengo que hacerlo? —contestó el mendigo—. Este caballo es mío. Si no quieres devolvérmelo, tendremos que ir a juicio.

Al oír su disputa, la gente se arremolinó alrededor de ellos gritando:

—¡Vayan con el juez! ¡Él juzgará!

Bauakas y el inválido fueron donde estaba el juez. Había más gente ante el tribunal y el juez llamaba a cada uno por turno. Antes de llegar a Bauakas y al inválido, escuchó a un carnicero y un mercader de aceite. El carnicero estaba manchado de sangre y el mercader de aceite. El carnicero llevaba unas monedas en la mano y el mercader de aceite se agarraba a la mano del carnicero.

—Estaba comprando aceite a este hombre —dijo el carnicero— y, cuando tomé mi bolsa para pagarle, me agarró la mano e intentó quitarme todo el dinero. Por eso hemos venido ante ti; yo sujetando mi bolsa y él sujetando mi mano. Pero el dinero es mío y él es un ladrón.

A continuación habló el mercader de aceite:

—Eso no es verdad —dijo—. El carnicero vino a comprarme aceite y después de llenarle un jarro, me pidió que le cambiara una pieza de oro. Cuando saqué mi dinero y lo puse en el mostrador, él lo tomó e intentó huir. Lo agarré de la mano, como ves, y lo he traído ante ti.

El juez permaneció en silencio durante un momento, luego dijo:

—Dejen el dinero aquí conmigo y vuelvan mañana.

Cuando llegó su turno, Bauakas contó lo que había sucedido. El juez lo escuchó y después pidió al mendigo que hablara.

—Yo iba a caballo por la ciudad, cuando me pidió que lo llevara. Lo monté en mi caballo y lo llevé a donde quería ir. Pero, cuando llegamos allí, no quiso bajarse y dijo que el caballo era suyo, lo cual no es cierto.

El juez pensó un momento, luego dijo:

—Dejen el caballo conmigo y vuelvan mañana.

Al día siguiente, fue mucha gente al tribunal a escuchar las sentencias del juez.

Primero vinieron el carnicero y el mercader de aceite.

—El dinero es tuyo —le dijo al carnicero. Y señalando al mercader de aceite, dijo—: Denle cincuenta latigazos.

A continuación llamó a Bauakas y al inválido.

—¿Reconocerías tu caballo entre otros veinte? —preguntó a Bauakas.

—Sí —respondió.

—¿Y tú? —preguntó al mendigo.

—También —dijo el inválido.

—Ven conmigo —dijo el juez a Bauakas.

Fueron al establo. Bauakas señaló inmediatamente a su caballo entre los otros veinte. Luego el juez llamó al inválido al establo y le dijo que señalara el caballo. El mendigo también reconoció el caballo y lo señaló. El juez volvió a su asiento.

—Toma el caballo, es tuyo —dijo a Bauakas—. Den al mendigo cincuenta latigazos.

Cuando el juez salió del tribunal y se fue a su casa, Bauakas le siguió.

—¿Qué quieres? —le preguntó el juez—. ¿No estás satisfecho con mi sentencia?

—Estoy satisfecho —dijo Bauakas—. Pero me gustaría saber cómo supiste que el dinero pertenecía al carnicero y que el caballo era mío y no del mendigo.

—De este modo averigüé lo del dinero: lo puse en una taza llena de agua, y por la mañana miré si había subido a la superficie algo de aceite. Si el dinero hubiera pertenecido al mercader de aceite, se hubiera ensuciado con sus manos grasientas. No había aceite en el agua, por lo tanto, el carnicero decía la verdad.

» Fue más difícil descubrir lo del caballo. El mendigo lo reconoció entre otros veinte, igual que tú. Sin embargo, yo no los llevé al establo para ver cuál de los dos conocía al caballo, sino para ver cuál de los dos era reconocido por el caballo. Cuando te acercaste, volvió su cabeza y estiró el cuello hacia ti; pero cuando el inválido lo tocó, echó hacia atrás sus orejas y levantó una pata. Por lo tanto, supe que tú eras el auténtico dueño del caballo.

Entonces, Bauakas dijo al juez:

—No soy un mercader sino el rey Bauakas. Vine aquí para ver si lo que se decía sobre ti era verdad. Ahora veo que eres un juez sabio. Pídeme lo que quieras y te lo daré como recompensa.

—No necesito recompensa —respondió el juez—. Estoy contento de que mi rey me haya elogiado.

P6. ¿Por qué no quería Bauakas ser reconocido?

P7. ¿Sobre qué trata este relato en general?

P7. ¿Cuál de los siguientes tipos de relato describe mejor esta historia?